La depresión es una enfermedad mental que afecta, según la OMS, a más de 300 millones de personas en el mundo. De hecho, en el peor de los casos la depresión puede llevar al suicidio, que es la segunda causa de muerte en las personas con edades comprendidas entre los 15 y 29 años, es decir, los jóvenes.
Pero, ¿sabemos qué es realmente la depresión? La depresión no se limita a una sensación de tristeza o desilusión. Si bien contiene estas dos emociones, va mucho más allá. La depresión podría comprarse con llevar un saco lleno de piedras a la espalda: es difícil hacer actividades cargando con un saco repleto de piedras, se nos quitan las ganas, no creemos que vayamos a disfrutar de nada, ¡¿Cómo voy a disfrutar, si tengo este terrible saco que pesa tanto, me hace daño y me va a molestar todo el rato?! Tampoco es fácil dormir cuando tienes que hacerlo con un saco de piedras, al final terminas dando vueltas a un lado y otro, pensando en el saco de piedras, con los ojos abiertos como platos. También puede suceder lo contrario: hay personas que prefieren dormir para “desconectar” y poder permitirse olvidarse del saco durante unas horas. Claro que un saco lleno de piedras tampoco ayuda mucho a levantarse de la cama, pesa tanto que cuesta incluso físicamente tomar esa iniciativa. Aparte de eso, los hay a los que el saco de piedras les produce más hambre, pero también los que ni siquiera tienen ganas de comer, bastante tienen con cargar con el saco.
Sin embargo, nadie ve el saco, porque no es un saco. Son pensamientos, sentimientos y recuerdos. El saco de cada persona con depresión puede estar lleno de diferentes cosas (vacío existencial, tristeza, culpa…), pero todas ellas dificultan enormemente su vida diaria. A veces puede que ni la propia persona sepa que carga con un saco, puede que solo note las consecuencias de cargarlo y la tristeza. Otro problema de la depresión es la tendencia que tienen algunas personas de “minimizarla”, normalmente con buena intención. Aunque queramos ayudar a una persona que sufre con depresión con consejos como “Anímate”, “Intenta ser positivo” o “¡Sal y disfruta un poco!”, estos no sirven de nada. La razón es simple: probablemente la persona deprimida ya haya pensado en esas soluciones. Además, podemos causar en ese individuo una sensación de culpabilidad, de que no es capaz de poner en práctica una solución aparentemente tan simple o de que no tiene motivos suficientes para su malestar. Si queremos ayudar a una persona con depresión, puede ser bueno indicar nuestra disponibilidad, que vamos a estar ahí cuando nuestro ser querido nos necesite, pero sin abrumarlo. De hecho, si nos esforzamos en tratar de que esté contento por ejemplo cambiando nuestros planes (suponiendo que a peor) para intentar ayudarle, la persona deprimida puede sentirse culpable, ya que no solo está mal ella misma, sino que además “es un incordio” para los demás.
Por lo tanto, lo mejor que se puede hacer si creemos que nosotros mismos sufrimos depresión o notamos algunos de los síntomas mencionados, o lo vemos en algún conocido, es acudir a un profesional. Este es el que mejor podrá ayudar a una persona deprimida, ya que conoce los tratamientos que han demostrado ser eficaces y puede también indicar si el uso de algún fármaco es recomendable o no según el caso particular.