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¿Cuándo debo acudir al psicólogo?

La pregunta ya es capciosa en sí misma. Ya que nos sitúa en criterios de necesidad, utilidad, deseo…

Una persona ha de acudir al psicólogo siempre que considere que éste puede ayudarle a ayudarse.

Sabiendo que esta respuesta no es clara, y reconociendo las dificultades que; a veces, uno mismo tiene para reconocer sus síntomas o para salvar los temores que esta decisión entraña intentaré estrechar las pautas indicadoras de conveniencia (necesidad para encontrarse mejor) de está toma decisión.

¿Cuándo debo acudir al psicólogo?

No existe una vía concreta, única y objetivable que actúe como norma frente a cuando es el momento de acudir a una terapia psicológica, ya que cada uno vivimos de manera diferente una misma situación. El como los acontecimientos vitales nos afectan es algo subjetivo.

Lo importante es reconocer que el dejarnos ayudar es síntoma de valentía, y de autorrespeto.

Se han de salvar los prejuicios que aún nos rodean, aún nos persigue a los psicólogos (afortunadamente cada vez menos) el apelativo de “loqueros”, el temor a ser juzgados por el terapeuta, a quién no conocemos de nada y hemos de compartir nuestra intimidad “menos bonita”.

Si uno se da la oportunidad, encontrará a un profesional especializado. Alguien que cuenta con herramientas y recursos para abordar los diferentes problemas de cada uno de sus pacientes. Alguien que actúa desde el respeto y la comprensión como asesor y acompañante; e intentará ayudar a que la persona en terapia consiga alcanzar un mayor bienestar.

Pero, ahí van unas pautas que sí habrían de tenerse seriamente en cuenta.

Hay que acudir al psicólogo cuando….

  • La tristeza, la desgana y la falta de ilusión comiencen a dirigir el ánimo.
  • Los pensamientos negativos, catastrofistas, obsesiones…impidan vivir la vida con normalidad.
  • Las emociones arrastran a la manera de comportarse y relacionarse.
  • Aparecen grandes dificultades para descansar.
  • Comienza a somatizar o a tener ataques de ansiedad.
  • La situación es vivida como límite, y no se sabe resolver o no se tienen fuerzas para afrontar.