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Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, la ansiedad es “una respuesta anticipatoria a una amenaza futura”. Las respuestas de ansiedad engloban tres elementos fundamentales. Por un lado, una respuesta fisiológica, caracterizada por la hipervigilancia, que tiene como consecuencia el aumento de la frecuencia cardiaca. En segundo lugar, la ansiedad cuenta con un componente afectivo, representado por el miedo. Finalmente, también cuenta con aspectos cognitivos, relacionados con la indefensión y la sensación de incontrolabilidad ante los posibles peligros que se puedan presentar.

Según diversos estudios, se estima que 1 de cada 5 personas sufrirá a lo largo de su vida algún episodio ansioso.

 

Es importante tener en cuenta que la ansiedad puede ser adaptativa o desadaptativa. La ansiedad es una respuesta de activación del cuerpo, que nos moviliza para poder eliminar o reducir aquello que nos preocupa y genera malestar. Esta respuesta adaptativa a ansiedad nos “empuja” a movilizarnos para reducir los riesgos de aquello que nosotros consideramos peligroso o preocupante.

Por el contrario, esa respuesta que nos empuja a buscar soluciones, puede convertirse en algo patológico en el momento en el que las respuestas son desproporcionadas y provoca dificultades en todas las áreas de la vida de la persona, como la individual, social, familiar o laboral. En esta respuesta desadaptativa se observan más síntomas físicos, como un aumento en la frecuencia cardiaca, la respiración o la respuesta simpática (como temblores). Además supone una respuesta desproporcionada para el estresor que la genera y se prolonga en el tiempo. Igualmente se ve afectado nuestro rendimiento, pues disminuye en gran medida.

Por último, señalar que no solo las situaciones de la vida diaria generan respuestas de ansiedad, sino que las interpretaciones que nosotros hagamos de las mismas y nuestros pensamientos, inciden directamente en nuestra respuesta corporal.

 

Cuando hablamos de ansiedad a muchas personas se les viene a la mente la crisis de ansiedad. Una crisis de ansiedad es una respuesta del cuerpo ante una situación que nos produce, valga la redundancia, ansiedad. Aunque los síntomas pueden ser distintos, normalmente aparecen las palpitaciones, la sensación de ahogo, miedo, sudoración, temblores, opresión en el pecho, náuseas, sensación de mareo y hormigueo. No es necesario que aparezcan todos ellos para poder clasificarlo como una crisis de ansiedad, pero sí al menos 4 de ellos. Curiosamente los síntomas son similares a los que se producen cuando a alguien le está dando un infarto, por lo que si es la primera vez que ocurre es importante que acuda a urgencias. Trate de respirar tranquilo y utilizar técnicas de relajación, si se trata de una crisis de ansiedad le ayudará y si se trata de un infarto no supondrá ningún daño.

 

Como hemos comentado anteriormente, las respuestas de ansiedad pueden ser adaptativas o desadaptativas, por lo que es muy importante diferenciarlo y poder percibir el momento en el debemos pedir ayuda. Antes de explicar el momento en el que debemos pedir ayuda, es importante señalar por qué debemos hacerlo. Además de lo evidente, que son las limitaciones que la ansiedad implanta en nuestra vida diaria, si la ansiedad no es tratada adecuadamente con profesionales de la salud, puede dar lugar a  graves consecuencias. Entre las cuales podemos destacar, conductas de evitación de aquellas situaciones que puedan generar ansiedad, y por lo tanto, impide realizar las actividades de la vida diaria o hacer frente a la situación. Por otro lado, si la ansiedad no es tratada adecuadamente puede generar otro tipo de trastornos, como es la depresión o diversas adicciones, entre otros.

Por ello es fundamental conocer el momento en el que debemos pedir ayuda, ¿cómo identificarlo? Cuando percibamos que la ansiedad persiste en el tiempo, que aquellas situaciones que antes no lo causaban ahora lo producen y además, da lugar a unas respuestas excesivas, que a su vez debilita e impide realizar las actividades cotidianas que se realizaban hasta el momento. Este es uno de los indicadores más característicos y del que más conscientes podemos ser, cuando un área de nuestra vida se ve afectada y no nos permite un funcionamiento habitual.

 

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