Hay situaciones en la vida que resultan inevitables y que traen un elevado grado de tensión, estas condiciones hay que asociarlas a la reacción que pueden provocar en la persona que las sufre y paradójicamente pueden servir para desarrollar la capacidad de adaptarse y seguir adelante, o por el contrario generar un decaimiento que no solo provoca un gran desasosiego interior sino que además contribuye a empeorar las cosas.
La resiliencia es la capacidad para afrontar situaciones adversas de forma que se obtengan resultados positivos. Se trata de convertir la amenaza o el infortunio en un reto o una oportunidad para implementar cambios que le permitan a la persona crecer y obtener resultados positivos.
Existen factores de riesgo como pueden ser la vulnerabilidad personal o el contexto en el que se produce la situación amenazante, que influyen de manera determinante para que una realidad sea percibida como peligrosa o dañina. Siempre va a pasar por el filtro subjetivo de cada uno, hay quien percibe un contexto como inquietante, mientras otros lo consideran estimulante.
La capacidad resiliente está conformada por la personalidad y por el propio desarrollo personal, constituyendo una cualidad que puede ir modelándose y que tiene que ser alimentada y mantenida. La autoestima, la cohesión interna y el establecimiento de vínculos seguros completan los aspectos a tener en cuenta para conseguir una buena capacidad resiliente.
