Las parejas pasan por diferentes etapas en las que se ven obligadas a ajustarse a las necesidades que van apareciendo en función del momento del ciclo vital que estén viviendo (enamoramiento, convivencia, primer hijo, segundo hijo, jubilación, etc.).
Es algo natural que con el paso del tiempo, lo que antes llenaba de satisfacción y agradecimiento, se convierta en una costumbre que apenas se llega a percibir. Esos pequeños gestos, favores, sacrificios que se hacían, se han ido convirtiendo en imposiciones camufladas y el agradecimiento se empieza a pasar por alto. Es en este momento cuando surgen redencillas y discusiones, cuando uno siente que no se valora el esfuerzo que se hace para agradar al otro, o simplemente, ese mismo esfuerzo, se ha dejado de hacer. Ya no existe el intercambio de cosas positivas en la pareja, y es por esto que la misma se resiente.
En términos técnicos, hablamos pues, de una disminución en la tasa de refuerzos positivos que uno recibe y que oferta, y que genera en la pareja dificultades de relación.
Algunas de las consecuencias que podrían darse, pero no necesariamente, serían las siguientes:
- Deterioro de la comunicación.
- Aumento de las discusiones.
- Menor tiempo realizando actividades juntos.
- Disminución de la frecuencia de interacción sexual.
A lo largo del proceso, el psicólogo ha de acompañar a la pareja en la toma de decisiones y asesorar sin tomar partido por ninguno de los dos miembros. Es imprescindible que el terapeuta se plantee un trabajo en el que ambos miembros de la pareja tengan ocasión de exponer sus puntos de vista sin sentirse juzgados. Así mismo, ha de poner especial atención en no realizar alianzas que puedan perjudicar el desarrollo de la terapia.
Al inicio de la intervención y durante las primeras entrevistas, el profesional ha de recoger determinadas variables:
- Aclarar objetivos (cada miembro de la pareja los suyos y después determinar los puntos en común).
- Historia evolutiva de la pareja.
- Primeras señales de los problemas y habilidades de resolución adoptadas.
- Vida sexual (pareja, relaciones extramaritales).
- Decisión de casarse o de tener hijos (cómo se toma la decisión).
- Violencia (frecuencia, antecedentes, grado de control).
En ésta primera fase de evaluación, se recomienda la recogida de datos objetiva a través de la aplicación de instrumentos psicométricos validados como la “Escala de ajuste marital (EAM)” Loccke y Wallace, 1955; o la “Escala ajuste diádico (EAD)” Spanier, 1976.
A partir de dichos datos, pueden plantearse los siguientes objetivos de trabajo:
- Detectar posibles emergencias (violencia, abusos).
- Crear expectativas positivas.
- Corregir atribuciones erróneas.
- Ayudar a clarificar objetivos.
- Iniciar cambios perceptivos y corregir sesgos.
- Intentar modificar la dinámica de pareja y empezar a promover un clima positivo.
- Iniciar proceso de educación sobre mitos del matrimonio.
- Establecer normas de proceso terapéutico (confidencialidad, tareas).
Durante el tratamiento, se pueden utilizar diferentes estrategias:
- “Pille a su pareja haciendo algo agradable y hágaselo saber”. Observar a la pareja, encontrar reacciones positivas en uno mismo cuando el otro miembro haga algo que resulte agradable y agradecer ese gesto por medio de una frase sencilla “Muchas gracias, esto que has hecho me ha sentado muy bien/ me ha ayudado mucho/ me ha agradado”. Ambas partes deben estar atentos el uno del otro.
- “Caja de los deseos” Escribir deseos o actividades que se quieren hacer con el otro y meterlos en una caja. Cuando uno quiera complacer al otro, se coge un papel de la caja.
- “Símbolos de unión” Cualquier lugar, actividad, acontecimiento, acción que tenga significado especial para la relación.
- “Baraja de pasatiempos” Lista de actividades. Cada uno elige cinco, se intercambian y miran si han coincidido, si es que si, la hacen.
- “Manejo de hostilidad” (Role-playing). Describir los momentos de hostilidad de forma que los dos los reconozcan, ignorar el mal humor con la extinción, desarmar al otro con agrados, cambiar de tema a uno mutuamente placentero, tiempo fuera, etc..
- “Escucha activa” Adoptar postura activa, mantener contacto visual, animar a hablar con gestos, no emitir juicios de valor, repetir mensajes que se cree se está enviando, etc.
- “Expresión sentimientos” Especificar lo que el otro hace/ deja de hacer que nos produce malestar y hacer peticiones con lo que se podría mejorar.
A lo largo del tratamiento, la pareja puede decidir separarse. En este caso, el psicólogo ha de facilitar dicho proceso y poner en marcha un plan de mediación para que el impacto de la separación sea el menor posible para todo el sistema familiar.
Si la pareja sobrevive al trabajo terapéutico, ha de realizarse un programa de prevención de recaídas en el que ambos miembros tengan claro cuáles son las variables de riesgo que influyen en su relación, y qué pautas de actuación han de poner en marcha para no caer en dinámicas nocivas y viejos patrones.