¿Qué es?
Como su nombre indica, se trata de una situación cambiante, por periodos (episodios), unas veces depresivos y otras maniacos.
Los episodios se dan de un tipo o de otro sin un orden determinado, es decir se puede dar un episodio depresivo y otro maníaco y luego otro depresivo, o dos depresivos seguidos y otro maniaco y después otra vez depresivos, o varios maníacos y después depresivos. El caso es que se tengan alteraciones en los dos polos del estado de ánimo.
Los episodios tienen también una duración indeterminada, que actualmente está muy condicionada al correcto tratamiento recibido. De forma natural los episodios depresivos pueden llegar a durar varios meses y en alguna ocasión años, y los maníacos pueden durar semanas y en alguna ocasión meses.
Época de la vida
Este problema puede surgir en cualquier época de la vida, aunque normalmente suele comenzar en la primera edad adulta. Los casos que se dan por primera vez en los ancianos son poco frecuentes y normalmente si se indaga suficientemente se puede descubrir como ya existían momentos en los que se habían pasado periodos tanto de depresión como de euforia que no fueron diagnosticados.
Síntomas
Los síntomas son muy distintos según sea la fase depresiva o la maníaca la que se esté pasando. En los episodios depresivos la persona que lo padece sin una causa que lo justifique tiene un estado de ánimo muy bajo, se encuentra triste, muchas veces con ganas de llorar, con falta de ilusión, sin poder disfrutar con sus aficiones o con las cosas con las que normalmente se lo pasa bien, viendo todo de forma negativa, el pasado, el presente y el futuro. Muchas veces se tiende a la soledad y a cencerrarse en sí mismo.
Los episodios maníacos son justo lo contrario. Según su intensidad pueden ser maníacos o hipomaníacos, éstos últimos son menos intensos y consisten en tener una sensación de bienestar y alegría sin justificación, en esos momentos se tiene una actividad frenética, con una aceleración del pensamiento que hace que la persona pase de un tema a otro sin parar y en la mayoría de las ocasiones hablando mucho y de manera desinhibida e inadecuada, no sabiendo medir lo que se dice y lo que se hace. Cuando este estado es muy intenso recibe el nombre de manía, en él no se siente la necesidad de dormir y sin embargo se goza de una energía grandísima. En la manía muchas veces se tienen pensamientos megalomaníacos (incluso psicóticos), haciendo proyectos poco realistas, sin autocrítica y teniendo la certeza de que van a poder realizarse.
En alguna ocasión, también pueden observarse síntomas de irratibilidad con enfados y reacciones coléricas ante pequeños disgustos. Este tipo de síntomas puede darse tanto en los episodios depresivos como en los maníacos aunque es más frecuente en éstos últimos.
Cómo se diagnostica
Desafortunadamente no se ha logrado por el momento descubrir ningún análisis ni prueba de ningún tipo que pueda darnos el diagnóstico de esta enfermedad, así que el diagnóstico lo tenemos que obtener por medio de los síntomas que presenta el enfermo. Hay unas guías que se usan internacionalmente por la mayoría de los profesionales (CIE-10 y DSM IV) que indican el número y la intensidad de los síntomas necesarios para diagnosticar cada episodio y la enfermedad completa.
Pronóstico
Esta una enfermedad muy persistente en el tiempo. No porque la persona esté siempre en un estado depresivo o eufórico, sino porque siempre existe la posibilidad de que se desarrolle uno u otro episodio. Esto quiere decir que cuando no está en uno de esos momentos, la persona se encuentra absolutamente normal, sin ningún síntoma, a pesar de que se mantiene el problema. Los periodos entre las crisis pueden ser más o menos largos y lo que se intenta con los tratamientos es que estos periodos sean lo más largos posible. El pronóstico cambia si se sigue el tratamiento correctamente o no.
Tratamiento
El tratamiento debe ser desarrollado desde distintos niveles. Una primera parte, muy importante, es la medicación. Cuando el paciente está en una de las fases o depresiva o eufórica, se debe tomar una medicación que ayude a salir de ese estado. Sin medicación el episodio se hace mucho más largo y se puede llegar a cronificar. En los momentos en los que se está en un estado de ánimo normal también hay medicaciones que ayudan a que la probabilidad de que exista una recaída sea mucho menor tanto en el polo depresivo como en el de la euforia.
Otra parte del tratamiento es lo que se ha denominado abordaje psicodidáctico, que consiste en que el paciente conozca muy bien cuales son las características típicas de su problema. Esto permite en muchas ocasiones que ante el menor síntoma se pueda reaccionar para frenar y a veces abortar el episodio que se esté dando.
Por otra parte cabe señalar los aspectos psicoterapéuticos que se pueden utilizar para tratar este problema. Podríamos considerar un abordaje cognitivo-conductual que por medio de algunas técnicas ayudaría al desarrollo de recursos personales y un mejor manejo de la sintomatología.
Sin embargo no hay que olvidar que dependiendo de los mecanismos de afrontamiento ante los conflictos se reacciona ante estos de forma más o menos efectiva, lo que hace que se pueda entrar en un desequilibrio por la vulnerabilidad al estrés que se da en este tipo de patología. Estos aspectos se tratan con psicoterapia de orientación dinámica.
En definitiva el tratamiento de estos cuadros debe ser lo más completa posible para minimizar los riesgos de padecer los altibajos anímicos tan fuertes.