En los últimos blogs hemos hablado mucho sobre las cosas que uno puede tratar de hacer para encontrarse mejor. Hoy venimos con algo que está muy ligado a este asunto que nos genera mucho sufrimiento, la autoexigencia.
Nuestra mente crea ciertas trampas como la autoexigencia excesiva y la culpa desproporcionada ante los fallos, que se convierten en trampas improductivas y destructivas, en las cuales uno se recrea constantemente en sus equivocaciones, dando como resultado una mayor tristeza, ira y frustración.
Sin embargo, ante estos errores pasados se puede tomar la decisión de refugiarse en uno mismo, donde predomine el entendimiento y la aceptación propia, así como la autocompasión, partiendo de la idea de que perdonarse a uno mismo es beneficioso y sano, pero que no implica eludir responsabilidades, ni es signo de debilidad. Perdonarse supone comprenderse y soltar emociones para poder avanzar.
Cuando hablamos de entendimiento y aceptación propia, así como de autocompasión, nos referimos a observarse con cierto cariño. La sociedad actual no facilita esta tarea, ya que promueve la competitividad en lugar de la compasión, y fomenta el enfoque en las deficiencias, debilidades y fracasos, lo cual deriva en el dolor de no ser perfectos. Sin embargo, la clave del bienestar emocional y psicológico está en evitar esta predisposición cultural que supone una amenaza constante. Es un hecho que las frustraciones, los fracasos y los errores forman parte de la vida y de la naturaleza humana. En la medida en que uno sea consciente de esta realidad, podrá ser capaz de sentir autocompasión.
Actuar desde la autocompasión, es actuar como lo haría una madre o un maestro que examina los fallos enfocándose en la mejoría, y no como un peligro para la autoestima y el crecimiento. Actuar desde esta posición no implica hacerse frágil, ni optar por una actitud victimista, ni percibirse a uno mismo como alguien fantástico, sino comprender las razones que han llevado a ciertas equivocaciones y asumirlas. La autocompasión implica afecto y comprensión hacia nosotros mismos cuando hay sufrimiento y un sentimiento de no merecimiento, es decir, es el opuesto a la autocrítica destructiva. Esta postura supone interiorizar que ningún ser humano es infalible y que todas las personas cometen fallos porque nadie puede tener el control absoluto de su conducta y de sus circunstancias.
A pesar de que la autocompasión no es la alternativa que escoge la mayoría frecuentemente para afrontar situaciones adversas, toda persona tiene la oportunidad de aprenderla.
La autocompasión es simplemente darnos la misma bondad que daríamos a los demás. (Christopher Germer)